martes, 22 de diciembre de 2015

Mensajes

Tomado de la versión digital de la entrevista "La Revolución Cubana no ha producido na más que guapería" de Xavi Ayén en La Vanguardia, Barcelona, 15/11/2015.

(Publicada en versión reducida en papel como "Todo en la revolución cubana es engañifa".)

Dicen de Norberto Fuentes (La Habana, 1943) que es uno de los hombres que más sabe sobre la Cuba de los Castro. Exiliado en Miami, ahora reedita —con retoques que básicamente son cortes, hasta dejar el libro en 665 páginas— La autobiografía de Fidel Castro (Stella Maris), publicada originalmente en el 2004, y en la que es el propio mandatario cubano, convertido en ente de ficción, quien explica su vida “pero los hechos son reales”. El autor nos atiende por Skype.

—¿Cuándo fue la última vez que vio a Fidel?

—El 2 de marzo de 1990.

—¿Y cómo fue ese encuentro?

—Tenebroso. Habían juzgado y fusilado a Ochoa y otros tres militares, oficialmente por tráfico de cocaína. Me puse muy farruco, estaba indignado. Ese día era el cumpleaños de Gorbachov, Jon Bon Jovi y un servidor. Para cortejarme, Fidel hizo un guatequito en la Casa de las Américas, y ahí nos vimos. Era el día en que los sandinistas perdieron las elecciones. Él me vio en ese estado de cabreo y se vino para atrás. Se produjo un silencio enorme.

—A usted ¿le sacan del país Gabo y William Kennedy?

—De la cárcel grande, que es la isla, salí en un avión Lear Jet de la presidencia de México, en 26 de agosto de 1994, junto a Gabo, resultado de las gestiones del escritor William Styron, el propio Gabo, y los presidentes Clinton, Salinas de Gortari y Fidel, este último a regañadientes.

—¿Fidel le ha leído?

—Mi libro se lo sabe de memoria. Me respondió retocando el libro-entrevista que le hizo Ignacio Ramonet, sin citarme, y luego publicó dos libros más, “La victoria estratégica” y “La contraofensiva estratégica”, de lo mejorcito que ha hecho. Siempre me decía que quería retirarse para ponerse a escribir. Pero, en su silla de ruedas, se ha dado cuenta con tristeza de que escribir no sustituye a la acción. Todo escritor es un vagabundo y él no, él es un gallito. Me tiene hackeado hasta los mismísimos cojones, esto que estamos hablando, tú no sabes lo que te espera...

—Usted sí, claro, como ha trabajado en los servicios secretos...

—¡Los servicios secretos! ¡Esa historia! No sabe cómo disfruto yo con esa leyenda, ja ja ja...

—¿Usted qué hacía exactamente?

—De periodista y escritor. Soy el único tipo en Cuba que no ha trabajado jamás para... bueno, es que allí todo es un órgano del Estado, y yo estaba en el diario Granma. Allí hasta los órganos sexuales son del Estado...

—Ya que lo menciona, en el libro se ve cómo recientemente los funcionarios digitalizan antiguas grabaciones en vídeo de encuentros sexuales de políticos...

—¡Sí, eso sobre todo! Tú no temples jamás en Cuba, amigo, que te miran por el agujerito...

—¿Y qué hay de las cintas sexuales de García Márquez?

—Me ha caído toda la prensa mundial encima por ese tema. Vayan a preguntar a quien lo dijo exhibiendo una total falta de ética (Arcadi Espada) o a los dueños de las cintas.

—No me dice nada más...

—No le quiero embarcar en eso. Pero, desde los tiempos de Kennedy, que los cubanos tienen los culos enlatados de todos los diplomáticos yanquis. Y no yanquis, es que son todos. Cuando apareció la técnica del vídeo fue una bendición, no había que revelar los negativos, y ahora con lo digital es aún más fácil.

—¿Todo esa parte del libro es real?

—Todo. La Revolución cubana es todo conspiración, un fenómeno en el que nada de lo que aparece en la superficie es verdad. Es la engañifa. En la superficie, el Che es un santo, y en realidad estaba loco por la muerte. Las broncas entre Fidel y el Che son brutales.

—Impresiona la frialdad con que Fidel o Raúl matan, a veces en cantidades industriales.

—Eso es más Raúl que Fidel, está más en él. Algunas decenas, no más... En Europa sí lo hacían ustedes más industrialmente.

—Todo lo que se habrá callado usted...

—¡Si casi hice mil páginas! Ya haré más libros...

-¿Y Fidelito, el hijo de Fidel?

—Lo educó Raúl, como a todos los hijos de Fidel que no son de Dalia, excepto Alina. En el 1993 o por ahí, a Fidelito, que estaba protegido en una campana de Faraday y no sabía nada de la vida, lo nombraron presidente de la comisión de energía atómica... pero descubrió la belleza de las nalgas de la mujer, en vez de fijarse en los neutrones. Se volvió loco y comenzó a gozar. Fidel lo sustituyó, lo descojonó sin que le temblara la mano y lo tuvo diez años apartado en una casa en La Habana, con un bonito televisor y todas las comodidades. Al final, a instancias de varia gente, lo dejó ir saliendo.

—¿Cuántos hijos tiene Fidel?

—Trece o quince, no le puedo dar el número exacto, todo lo hace por docenas.

—Va citando a las parejas de Fidel. ¿Cuál fue la mujer de su vida?

—Mirta Díaz-Balart, que lo quería mucho. Se separaron. Ahora se acaba de morir otra amante, la madre de Alina, una belleza de mujer... Mirta era angelical, muy dulce e infeliz.

—¿Fidel y usted cómo se conocieron?

—Somos amigos desde que estaba en la sierra. Me parecía que algo iba a pasar, que él traía algo en la bola. Él me pone la vista encima, negativamente, en 1968 cuando gané el premio Casa de las Américas con el primer libro disidente que se publica en Cuba. Pero no formé ningún lío. Hubo un enorme debate en el jurado. Jorge Edwards y otros emborracharon a Claude Couffon en el bar del Habana Libre y así consiguieron que firmara el acta donde me daban el premio.

—Heberto Padilla tuvo más problemas.

—Nueve meses después de mi premio, le dan otro a Padilla, por “Fuera de juego”, y él sí hablaba con extranjeros, quería el poder, se postulaba para ministro de cultura... era una presa fácil y Fidel se relame y dice: “Este es el hombre”. Padilla sirvió su cabeza en la mesa.

—¿Trató a Haydée Santamaría?

—Sí, la historiografía cubana dice que al novio de ella le sacaron los ojos y se los llevaron a la chica en la mano. Se suicidó, le dijo a Fidel que tenía problemas con Armando Hart pero él no la apoyó. Había tres instituciones de la cultura cubana con las que no podía meterse nadie: el ICAIC con Alfredo Guevara, la Casa de las Américas con Haydée y, la tercera, el Ballet Nacional, con Alicia Alonso. Todo lo demás era pasto de los servicios de seguridad.

—¿Quién mató al Che Guevara?

—Fidel le volvió la espalda y lo enviaron a la muerte. Tengo información exacta sobre eso.

—¿Es usted de izquierdas o ya no?

—Yo soy un escritor, eso es lo esencial. Ser de izquierdas o de derechas me puede inhibir a la hora de expresarme, por si lo que digo sirve o daña a la causa. Quizás un escritor siempre sea de izquierdas porque es un disconforme.

—¿Podrá pronto visitar Cuba?

—No me interesa.

—¿Por qué?

—No conozco las islas Seychelles, esa es la principal razón. ¿Para qué ir a Cuba, que me conozco de memoria, pudiendo ir antes a las Seychelles, ¿no cree? Hombre, si me hacen una buena oferta y me pagan para promocionar el turismo…

—¿Están cambiando las cosas?

—Totalmente. De todos modos, hagan su dinerito y sus negocios pero el poder es de los Castro eternamente...

—¿Eternamente?

—Ya lo verán. ¿Cuándo termina una revolución? Nunca. La revolución francesa, la china, la americana... son procesos que nunca se detienen, como el universo. Nosotros, en el mundo occidental, vivimos en la revolución francesa. Los grandes avances en legislación laboral son el resultado de la revolución de octubre. La única que no ha producido na más que guapería es la revolución cubana.